Iñaki Uriarte - Arquitecto
Partiendo de su conocimiento y su interés por el patrimonio, Iñaki Uriarte realiza una crítica demoledora al programa de ETB «Tu vista (favorita) de Euskal Herria», concurso en el que resultó ganador el monte Gorbea. Según señala este arquitecto, «es irracional pretender valorar competitivamente un paraje frente a otro». Un despropósito que debe situarse en la estrategia de mercado diseñada por ese ente público.
Durante unos cuantos domingos ETB, la televisión que soportamos con dinero público, ha emitido unos reportajes sobre diversos parajes agrupados en el programa «Tu vista (favorita) de Euskal Herria», al parecer una adaptación de un trabajo similar de la cadena británica ITV «Britain´s favourite view».
Una idea que pudiera ser correcta se ha degradado totalmente al hacerla competitiva para que los espectadores voten y así decir que hay un lugar ganador. Quiere emular aquella estafa cultural y timo monetario del pasado año «las siete nuevas maravillas del mundo moderno». Un concurso que planteó el rico suizo Bernard Weber mediante una fundación, New 7wonders, haciendo que parte de la muchedumbre mundial votase por internet y teléfonos-hucha para lucrarse, como así fue a cuenta de miles de incautos.
Si en Euskal Herria ya existe un exacerbado provincialismo por culpa de la conocida como Ley de Territorios Históricos, sólo faltan estos necios programas para fomentar el localismo. Desgraciadamente, una preocupante mayoría del pueblo vasco, sin referirse a la numerosa colonia española aquí residente, apenas conoce la totalidad del nuestro país: un poco las capitales del litoral, las villas marítimas, alguna simbólica, Gernika, o lugares como Arantzazu. Se requiere complementariedad, no rivalidad.
Para presentar las diversa vistas han elegido a una serie de personajes, demasiados, con un criterio populista: deportistas y ciertos periodistas, un aburrido abuso revelando el estilo de televisión que mantenemos. Algunos, con su afectado por cursi lenguaje son insoportables, como la presentadora del tiempo. Afortunadamente, no salió la rutinaria y vulgar censuradora de una tertulia de la tarde. De los programas soportados, quien pretendía representar a Lesaka despreció el monumento al Padre Donostia, obra de Oteiza, situado a escasos metros a su espalda y el peculiar estilo de los pueblos del Bidasoa. El relator de Lizarra, sin mencionar una sola vez este topónimo, sólo Estella, se definió como un individuo rotundamente superfluo. La alusión al Puente-Transbordador Bizkaia, sobre la ría de Bilbo, parecía más un publireportaje para aumentar la venta de visitas con su exagerado pago. El que comentaba Bilbo resultó tan superficial como convencional y desconocedor de valores intrínsecos del lugar. Los ciudadanos sensibles de Gasteiz deberían protestar por la pobrísima narración que hizo un personaje pésimamente elegido. En definitiva, ha existido un exceso de personalismo, muchos de los cuales denotan una gran precariedad sensorial, relatando comentarios personales tan intrascendentes como inoportunos, tan absurdos como aburridos. Su testimonio, en general, era tan pobre que requería la opinión de expertos para oir algo aceptable. Por cierto, ¿estaba prohibido el testimonio oral en euskara de aquellas personas verdaderamente vinculadas al lugar?
El contenido resulta una mezcla de consabidos tópicos que no logran disimular una visión reducida y manifiesta ignorancia de lugares que incluso les son propios. Sus opiniones representan una insustancialidad. ¡Qué ofensa para aquel municipio que quede relegado en último lugar por esta ligereza televisiva o un personaje deficiente para estos menesteres! Debería aparecer un subtitulo: «Esta narración puede herir la sensibilidad del espectador».
Esta reducida recopilación de lugares es muy heterogénea, tanto por su naturaleza específica, extensa por emplazamiento, diversa por sus dimensiones, desigual por proximidad, difícil por accesibilidad o distinta por su conocimiento, que impiden, ya inicialmente, cualquier pretensión de comparación. Someter los bienes geográficos, entornos paisajísticos y ambientales, o bienes culturales y monumentos a un concurso es, intrínsecamente, una demagógica frivolidad que pretende banalizar la belleza como una mercancía. No es lo mismo comprender los vestigios de un elemento monumental, el esplendor de un palacio, la evocación histórica de un recinto, el mito religioso de un templo, el simbolismo de una construcción, la audacia y hazaña constructiva de una obra pública. Es irracional pretender valorar competitivamente un paraje frente a otro, haciendo rivalizar elementos arqueológicos, arquitectónicos, urbanísticos con ámbitos rurales, espacios de litoral o monte, lugares históricos con tramas contemporáneas, etnografía, el pastoreo con bailes tradicionales y, como es habitual en ETB, inevitablemente el Athletic y más fútbol hasta la saturación para acabar de intoxicar a todo nuestro pueblo.
Tan sensacionalista tergiversación del patrimonio natural y artístico es una invocación a la torpeza, el fanatismo local y la simplificación, socialmente burlona, culturalmente injusta y artísticamente irritante. Se va a proceder a un ridículo espectáculo disfrazado de paisajismo cultural. Un programa de esta envergadura no puede fomentar la competitividad; producen lecturas distorsionadas y por tanto desiguales e injustas. Debería, en cambio, promover la divulgación, la apreciación de lugares, hechos y bienes monumentales que no son los más inmediatos y habituales como una forma de enriquecer el conocimiento y aportar cultura.
La mayoría de las personas que se puedan prestar -no conozco a nadie de los muchos consultados- a esta compra-venta paisajística lo harán como un gesto de exaltación lugareño, sin un equilibrio sensorial, ni una valoración de contenidos, ni en las debidas condiciones perceptivo-emotivas para opinar; no han visto más que unas simples imágenes sin una apreciación contextual. Una peligrosa tendencia esa de hacer votar ante cualquier propuesta de modo irreflexivo para, perversamente, proclamar que ha sido la opinión de la mayoría. Opinión es ejercer la razón, no la impresión instantánea, el mero y efímero estímulo visual.
¿Por qué no se presenta cual es el más brutal por irreversible de toda la secuencia de gravísimos atentados a la naturaleza, la geografía, la geología y el paisaje que supone el trazado ferroviario del TAV? El programa podría titularse «Tu destrozo favorito».
Algún grupo parlamentario debería exigir explicaciones y saber cuanto dinero se ha ingresado ETB explotando los sentimientos de gentes que hayan reaccionado impulsivamente al ver su pueblo sometido a concurso; ya que para votar había que hacer una costosa llamada-trampa por el dichoso teléfono móvil que enriquece al explotador. Por cierto, ¿quién es?
Su presentadora, con un afán de protagonista y un desconsiderado, abusivo y habitual tuteo, debería haber aprovechado el tiempo en sus recorridos para de una vez aprender y enseñar a sus colegas los topónimos correctos de Euskal Herria, y no obligarnos a soportar las continuas transgresiones que se emiten por ETB.
Este festejo televisivo veraniego es sencillamente una deplorable mera operación mercantil, innecesaria e impresentable. El desigual peso demográfico de un territorio respecto de los otros ya condiciona cualquier intento de resultado cuantitativo. Como está concebido para recaudar dinero, si un lugar regala las llamadas o éstas se pueden repetir ya se altera el discutible concepto de concurso. Muchos de los que caigan en esta emboscada si se les entrevista apenas podrían decir razonadamente un argumento cualitativamente diferente, no en términos de mejor, de un lugar sobre otro. Con este carácter de banalidad populista no es extraño que haya sido admitido por ETBilbao, cuyo 25 aniversario exige ya una radical revisión global a su programación. Si desde una consideración estética es un fracaso, desde un análisis ético es un fraude. Si apreciamos Euskal Herria deberíamos abstenernos de colaborar en esta estupidez televisiva.