Resulta absolutamente escandaloso e inadmisible el cañonazo disparado contra una periodista de ETB porque se ha negado a confeccionar un fraude informativo.
Al socaire de semejante fuego, apuntan armas contra otra pecadora por informar del pecado. Después, en el centro del altar de España que es lo que hoy es ETB, lugar antes reservado a la Cruz de Franco, la Dirección ha colocado expedientes sancionadores, apercibimientos y amenazas. La redacción, callada e inmóvil durante tanto mapa transformado, ha protestado. Se opone a la injerencia profesional.
En el ente público antes vasco, la censura está garantizada por los implacables centinelas de Rubalcaba, la omnipresencia de Ares y la bendición urbedisturbe de Basagoiti. Los directivos a su servicio cumplen con el menú político obligatorio: el Nodo. Todo sin la sal de la libertad. Ese condimento esencial que da el punto al sabor de la realidad. En la carta no entran frutos prohibidos que puedan quitar la silla del poder con la que juguetean los Adán y Eva turnantes.
Este trabajo sucio lo hacen personas de la casa. Algunas conocidas por su falta de honradez y práctica falsificadora de horas fichadas y no trabajadas. Otras llevan jefaturas o coordinaciones de contenidos: la materia real informativa sobre la que se aplica la censura. La gran precariedad laboral de la redacción hace víctimas fáciles. La resistencia suele ser poca.
El asedio a la racionalidad se resiste mejor desde el contrato fijo. Muchos de los periodistas en plantilla, casi la mayoría, viven en soledad el desaire de los mandarines. No se someten mansamente al autoritarismo. Tampoco hacen risas con el todopoderoso lobby gay, que quita y pone amigos a placer. Ni frecuentan el Tea Party de los negocios fuertes. Con productoras incluidas. Ni conviven con la feligresía de amigas, parejas y compañías de los nuevos políticos ricos que se reparten programas y oportunidades diversas. Gremio que concentran aspirantes a estrenarse en pantalla. O continuar.
La tele alberga muchas vanidades y grandes egos. La fama o popularidad, por efímera que sea, genera en ciertas personalidades desmesuras chocantes. Algo así como necesitar, simbólicamente, dos sillas, dos mesas, o grandes espacios para albergar tanta aureola e importancia tan grande. De ahí que, ante la disyuntiva de desaparecer de la pantalla, sean capaces de pastorear a la cabra de la legión en el desfile de la Militaridad hispana si van a volver a salir en imagen.
Estos mercadeos originan singulares compraventas. Los beneficiarios no suelen ser los televidentes, ni las audiencias, ni la calidad. Sino los que se enriquecen con un dinero que no es suyo.
En realidad, son oportunistas que crecen como setas venenosas en los bosques de todos los partidos. Sin disfraces ni máscaras, hace mucho tiempo que la propiedad de ETB debió de encararse en su justa dimensión. Los dueños son los y las contribuyentes que pagan los impuestos. No los partidos. Las asambleas de socios o accionistas zanjarían tanta tropelía.
La realidad nos ha enseñado que estamos gobernados, no por la voluntad de las urnas, una persona un voto, sino por los apaños estatal- judiciales con enjuagues postelectorales. De pronto brota un reparto opaco, siempre en penumbra, del que emergen personajes liliputienses que te gobiernan. En cuatro días se hacen gigantes. A su lado crece una cadena de aduladores que obtienen beneficios de inmediato. Su manual del éxito se difunde y comienza a edificarse una corrupción moral sin jefe que la supervise. La tele, la radio, el ente se pone patas arriba. Y comienza la supervivencia.
Mientras tanto, es muy desolador comprobar cómo ETB se derrumba. Los que la han ocupado tienen tres objetivos: 1º España, 2º España y 3º España.
No son conscientes de que Euskal Irrati Telebista se edificó para ensanchar la libertad de sus gentes. Se levantó con el esfuerzo y la generosidad de cientos y miles de personas de Euskal Herria: nuestro país. Se olvidan que la vida siempre te quita más cuando tú le robas a la vida lo que no te corresponde.
Los periodistas de Euskal Telebista trabajan ejemplarmente. Son testigos de cuanto pasa. Molestan. Por lo que ven. Por lo que callan. Por cuanto están siendo testigos.
Quizá Carmelo Barrio, aquel incesante inquisidor, martillo de herejes vascos, que sentaba en el banquillo parlamentario un día sí y otro también a los directores generales de ETB, debe de estar feliz con Surio. Seguro que sabe que se le conoce como Censurio. ¡Ale, venga, buena caña a ETB! ¡A por ella! Era su sueño. Al fin, misión cumplida.
Así, gota a gota, se descuelgan televidentes y radioyentes cada día. Incómodos y agraviados por la fabricación de mensajes cada vez más ofensivos. Apenados por la pérdida de calidad, veracidad, interés, libertad y compañía.
La guinda la acaba de firmar su dirección. Un comunicado que hace honor al 400º aniversario del auto de fe de Logroño que en noviembre de 1610 culminó con la masiva caza de brujas vascas.
La falsificación informativa es un arma política de muy alta precisión. Es rentable durante un tiempo. Parece que autoglorifica. Pero nunca es anónima y acaba pudriendo a sus autores y colaboradores
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